sábado, 17 de noviembre de 2012

Wolves' Castle: Capitulo 2: El Loco Blake

El Loco Blake
26 de Agosto


I'd like to make myself believe
That planet Earth turns slowly.
It's hard to say that I'd
Rather stay awake when I'm asleep,
Cause everything is never as it seems.

(When I fall asleep)


Fireflies de Owl City

Un mes después…
—¡
Vamos! Será mi regalo de regreso a clases. —insistí. Tuve una idea—. Y de cumpleaños.
Jugar la carta del cumpleaños.
—Angelique Heather Lindbeck, —¡ouch! Nombre completo—, es la última vez que lo repito. No me importa (tanto si es el fin del mundo, o tu cumpleaños), no faltarás el primer día de clase sin razón. Y no te veo moribunda, ni un poco enferma o con un tinte verdoso.
Resoplé enfurruñada.
Había aprendido que cuando se enfadaba no había forma de hacerle cambiar de opinión, lo único que me ganaría siguiendo sería un castigo, así que me rendí.
Subí las escaleras por mi mochila. Mis vaqueros me permitían subir los escalones de dos en dos, por lo que así lo hice. Yo era el tipo de chica de camisetas, vaqueros y converse.
Ahora traía una camiseta blanca que decía en letras negras “Perdona siempre a tus enemigos, no hay que les moleste más”, unos vaqueros oscuros, y unos converse blancos con rayones de pluma negra y azul.
Cuando bajé, mamá ya estaba en el auto. Me encaminé hacia el lado izquierdo del auto, en la parte atrás, pero en el momento que recordé que Lane hacia una semana se había ido a la universidad, cambié abruptamente de camino y me dirigí al lado del pasajero.
—Es diferente sin ella, ¿verdad? —preguntó mamá con una sonrisa.
Le devolví la sonrisa y luego saqué el ipod de mi mochila y lo conecté al auto. Un momento después comenzó a sonar Fireflies de Owl City en las bocinas del auto.
Cerré los ojos y me puse a cantarla a pleno pulmón.
Al vivir en Rosefield Vale, todo está cerca, a quince minutos como máximo, absolutamente todo. Así que en diez minutos estábamos en la escuela.
—Mami, ¿sabías que hoy es mi cumpleaños? —pregunté con una sonrisa.
Mamá solamente me ignoró.
—Feliz cumpleaños, Angie. Que tengas un buen primer día. —se despidió con una sonrisa, mientras me tendía un sándwich.— Tu desayuno.
Yo, resoplando con indignación, salí del coche. En parte por que cada año, mi cumpleaños caía la primera semana de escuela.
Al entrar a la escuela, fui por mi número de casillero y llegar a este, caí en una emboscada. Max, Payton, Phoebe, y Chase, el novio de la última, me estaban esperando. Chase, para ser novio de Phoebe, la gemela gótica, era bastante normal. Pero lo único que yo podía hacer era preguntarme como demonios sabían cual era mi casillero. Se los pregunté.
—No saludaste, grosera. —me regañó Payton, con su ceño fruncido cómicamente.
—Tu tampoco. —observó Phoebe, con una sonrisa maliciosa.
Tan solo Max se dignó a contestar.
—Bueno, cuando llegué a la escuela, fui por el número de mi casillero, y aproveché para pedir el tuyo. Es raro, este año en vez de estar nuestros casilleros juntos, hay uno entre nosotras.
Cada año acomodaban los casilleros por alfabeto de apellidos, y como Max era Lubey y yo Lindbeck, siempre quedábamos juntas.
—¿Y te lo dieron? —pregunté extrañada.
Asintió con suficiencia.
—Sip, jugué la carta del cumpleaños. —alegó ella.
Lo mismo que yo hace 20 minutos solo que para ella funcionó.
—Este bien, chicas, Chase y yo vamos a clase. Feliz cumpleaños, Angie. —dijo Phoebe, que había estado cuchicheado con Chase. Siempre me gustó como esos dos se miraban, muy dulces. Phoebe era muy dulce para ser gótica. No entendía porque lo era, ahora que lo pienso.
—Okey, como no llegabas, pedí una copia de tu horario, y me tomé la libertad que chequearlo. —comenzó a decir Max mientras caminábamos a nuestras respectivas clases. Yo tenía hum. Deportes, según el horario que me dio mamá la semana antepasada—. Así que tengo biología contigo, y el almuerzo, y miró un papel—. Ya. Creo. Solo eso. Las gemelas y Chase también tienen el almuerzo con nosotras. Tú tienes música con Phoebe y Payton. Oh, y creo que tengo deportes contigo también
Mientras ella hablaba, yo examinaba a los alumnos, un par de ellos habían dado con el hoyo negro que era Rosefield Vale, así que acababan de llegar, y estaban amontonados en la oficina principal.
—Hay tres chicos nuevos, Evelyne, Ian, y Blake. Ya vi a los primeros dos, están en la oficina, pero al tercero
¡Wow! Para el coche.
—¿Blake? —exclamé.
Max y Payton, que también había dejado hacer su cháchara a Max, me miraron curiosas.
—¿Qué pasa? —preguntó Payton, preocupada.
—¿Blake? —lo hice sonar como si fuera obvio, como si debieran saberlo. Pero en ese momento recordé que, aunque les había hablado del chico, jamás había mencionado su nombre. Sacudí la cabeza—. ¿Recuerdan al chico del supermercado? —Asintieron— Su nombre era Blake.
Max jadeó intrigada.
—Genial, ahora, voy a buscar a un chico de cabello negro, ojos azules, e increíblemente guapo. —Asintió para sellar su promesa.—¿Cómo es que no sabía su nombre? —preguntó Max un minuto después.
Me encogí de hombros.
—Olvide contárselos. —me excusé.
Seguimos caminando, cuando Payton paró abruptamente.
—Yo aquí me desvío. Buena suerte, chicas. Feliz cumpleaños, Angelique. —se despidió. Payton era una de las pocas personas que constantemente me llamaban por mi nombre completo. Decía que todo nombre era hermoso y que debíamos usarlo. Ella también insistía en que la llamaran por su nombre completo, pero no es como si hubiera muchas abreviaciones para su nombre.
Continuamos nuestro camino al gimnasio. Todo iba bien hasta que vi a un chico de cabello negro, ojos azules, e increíblemente guapo llamado Blake. Eso me hizo parar tan abruptamente como lo hizo Payton hacia un rato.
Me acerqué a Max.
—Ese es el. —susurré apuntando a Blake—. Es Blake.
Ella lo estudió cuidadosamente, luego asintió apreciativamente.
—Es lindo. —me cuchicheó.
Él estaba observando un papel, que supuse era su horario, mientras caminaba. Max y yo alentamos el paso para quedar detrás de él. Recordé como había dicho que él no iba a nuestra escuela, que estaba de paso. No sabía que el estaría aquí, ¿o me mintió deliberadamente?
Repentinamente, el miró hacia atrás, directamente a mis ojos, inmediatamente después de que se dio cuenta de quien era yo, sonrió. Todo pasó en un par de segundos, entonces el volteó hacia delante y guardó el papel en su mochila. Luego, como si hubiera sido planeado en el cielo (o en el infierno teniendo en cuenta como me veía haciendo ejercicio), entró al gimnasio por la puerta de los chicos. A MI clase de deportes.
Te preguntarás como es que alguien de tercero grado (Lo cual estaba segura que era Blake) pueda ir a una clase de segundo. No puede, pero deportes no es una clase de segundo. Es una clase combinada, y son grados mixtos.
Me volví a Max, quien parecía tan petrificada como me sentía.
—¿Tiene deportes como primera clase? —le pregunté.
—No No lo sé.
Me resigné a parecer increíblemente torpe frente a él. Mi departamento nunca fue lo físico. Me va bien siempre y cuando no haya coordinación implicada. De verdad, capto perfectamente las cosas, soy algo empática, así que entiendo muchos puntos de vista, pero no me pidas comenzar a saltar por ahí. Probablemente me tuerza un tobillo.
Sin embargo, hoy no había tropezado con nada. Tal vez era un buen augurio.
Entramos por la puerta de las chicas, nos cambiamos, yo a un pantalón corto, debajo de la rodilla, y Max a un short hasta la mitad del muslo.
Me erguí, y traté de mentalizarme para intentar de conservar algo de mi orgullo. No me erguí mucho. No era muy alta. Mediría alrededor de 1.60 m. Max era unos cinco centímetros más alta que yo.
Las puertas se abrían hacia fuera, pero Max me abrió una. Caminé algo temerosa por mi torpeza, mientras salíamos de los vestuarios de chicas y entraba al gimnasio. Por el rabillo del ojo vi algo, e instintivamente salté. Un segundo después escuché a Max dar traspiés.
—¿Qué diablos? murmuró.
Me volteé, y vi que había una cuerda que llegaba a medio camino hacia mi rodilla. Max lo vio también.
—¿¡Por qué diablos pusieron una cuerda en la entrada, par de psicópatas!? —exigió saber Max a un par de chicos del equipo de futbol de tercero, que sostenían la cuerda.
Ambos parecían debatirse entre reír, o estar asustados.
El de la derecha contestó. Tartamudeando. Ja. El pobre no sabía lidiar con una chica furiosa.
—El el en entre nador Thurlow lo or ordenó. Quería probar los los reflejos de los estu diantes.
Aww El chico parecía realmente tenerle miedo a mi amiga. Debo admitir que parecía algo loca. Max se dio la vuelta para chequearme (y seguramente levantarme), y se sorprendió al verme parada.
—Ya te levantaste.
—No me caí. —contesté sorprendida por mi misma.
Se encogió de hombros para quitarle importancia, pero ambas sabíamos que era algo grande.
Nos sentamos en las gradas, a dos niveles arriba de Blake.
Unos minutos después el entrenador entró. Yo no le caía bien. Creo que disfrutaba hacerme sufrir, porque de alguna manera siempre terminaba siendo su conejillo de indias en los ejercicios.
—Este mes, —dijo el con su voz grave—, vamos a hacer gimnasia. —Se escucharon varios gemidos—. No me importa si no les agrada la idea.
Y esa fue su introducción.
—Hagan un círculo. —Seguimos sus instrucciones—. Vamos a hacer el calentamiento. —avisó.
Me había acostumbrado a ello el año pasado, pero aún tenía esperanzas de que lo olvidara. Estas se esfumaron al oír esas palabras. Diez minutos después nos mandó de regreso a las gradas.
—Orielly, podría mostrarnos la rueda de coche, la vamos a hacer todos después de ti.
Tenía sentido que escogiera a Jackie Orielly para la rueda de coche, ella era la líder de las porristas. Pero apostaba mi dinero de un año a que el entrenador mismo no iba a hacer la maldita rueda de coche. Y aún quedaba la incógnita de quien iba a ser el conejillo de indias después de Jackie. Apostaba mi dinero de otro año a que esa iba a ser yo.
Jackie avanzó al frente, levantó los brazos, se puso de lado, y toda tiesa, hizo una rueda en la que cuando acabó, terminó de pie de nuevo. Lo hacia parecer fácil.
Thurlow asintió con satisfacción. Luego volteó a las gradas, fingió examinar la multitud, y luego apuntó hacia mí.
—Tú. —declaró con una sonrisa maliciosa.
Dios, estaba furiosa. Quería hacer que se tragara sus palabras, pero no podía, era un asco en deportes, así que acepté que haría el ridículo frente a Blake.
En las gradas se escucharon risitas mal disimuladas, o no disimuladas en lo absoluto, mientras bajaba por las escaleras de la derecha. Cuando llegué abajo, ya tenía un tinte rosado en mis mejillas, lo sentía. Imité la posición de Jackie, me impulsé y me detuve.
Escuché más risas.
Yo, furiosa, simplemente me puse en posición lo más rápido que pude y me impulsé de nuevo solo que esta vez no me detuve. Lo sentí como una hora, pero fue menos de un segundo, mientras daba la vuelta. Y lo logré. Me di la rueda de coche con, por lo menos, y estaba segura, la misma gracia que Jackie Orielly, la líder de las porristas del instituto de Rosefield Vale.
Las risas se silenciaron. Todo el mundo me contemplaba estupefacto. Inclusive yo misma me miraba con estupefacción. El único que parecía no estar sorprendido y tenía una sonrisa en su cara era Blake.
Thurlow se aclaró la garganta.
—Así que tenemos otra gimnasta aquí. Orielly, podrías hacer una serie de volteretas para que ella la copie.
Parecía querer aún el espectáculo del arlequín¹. Que por desgracia en este momento era yo.
Vi a Jackie posicionarse para una rueda de coche, e inmediatamente después se arqueó hacia atrás, hasta que sus manos tocaron el piso, lanzó sus piernas a sus espaldas y se levantó. Parecía haberse levantado con más dificultad que la última vez.
Hice la rueda de coche frente a mis compañeros de clase, y, casi en automático, le siguió el arco, donde con el impulso de la rueda de coche, lancé mis piernas atrás y me paré. Fue tan simple pararse como la última vez.
El entrenador parecía molesto, igual que Jackie y las porristas, pero otros alumnos me miraba asombrados, no necesariamente furiosos, y Max parecía feliz, y a punto de partirse de risa. Blake parecía satisfecho, como si hubiera confirmado una sospecha.
El entrenador, Jackie y yo jugamos durante diez minutos, hasta que Thurlow se rindiera y me dejara descansar. Curiosamente, no me sentía cansada. Me sentía libre.
Todos sentados, el entrenador volvió a hablar.
—Chicos, les voy a asignar una pareja. Va a ser por alfabeto. Pero primero vamos a decir los resultados de sus reflejos de las cuerdas. Mike, Jake, pasen al frente, —cada uno traía una lista, donde supuse estaban los resultados—, Pershall, lee el de las chicas.
Jake asintió. Él era el chico que había respondido a la pregunta de la cuerda a Max.
—La clasificación fue “salto”, “traspié”, y “caída”. —informó el chico—Jamye Abbitt, traspié. Naomie Baylock, caída. Patty Bickleman,
Jake continuó hablando, recitando nombres.
Angelique Lindbeck, salto. —dijo confundido.
—¿Qué? —gritaron al unísono Thurlow y Jackie.
Thurlow arrancó el papel de las manos de Jake. Su ojos viajaron por la hoja, hasta detenerse donde mi nombre.
—¿Salto? —lo escuché susurrar.
Max estaba tratando de ahogar su risa al lado mío. Al final soltó una estruendosa carcajada. Eso causo que el resto de la clase comenzara a reír entre dientes, lo que acabó con la risa de todos en la sala, exceptuando a las tres porristas y al entrenador. Y Blake, Blake tampoco reía, pero sonreía.
El entrenador sacudió su cabeza, enfadado.
—Continúa. —masculló.
Jake, con la voz temblorosa por la risa, siguió los nombres.
—Maxine Lubey, traspié. —Max se encogió de hombros, restándole importancia al asunto.— Bridget Lytton, caída
Bridget era una amiga, no de mi grupo, pero una amiga. Ella también era un poco torpe. Le lancé una sonrisa comprensiva, la cual ella devolvió.
En unos minutos, dijeron los chicos. Estuve pendiente a escuchar el nombre de Blake.
Blake Lorraine, salto.
Hubo una sesión de aplausos. Lo examiné. Si parecía el tipo de chico que pasaría esa prueba.
—Conclusión, —terminó Mike—, hubo cinco caídas y dos saltos de veinte alumnos. El resto son traspiés.
Solo dos saltos. Y yo fui una de ellos.
El entrenador estaba estupefacto.
Sacudió su mano a Jake y Mike.
—Hagan parejas por alfabeto mixtas.
Eso significaba que había probabilidades de que tocara con un chico. No estaba muy preocupada por que tenía clase con Max, y Max y yo siempre hacíamos buen equipo.
Escuché al entrenador susurrar.
—Tan solo dos saltos y uno de ellos es Angelique. —dijo negando ligeramente la cabeza. Tenía la tentación de pellizcarlo para probar que no estaba soñando. O tal vez si.
Angelique Lindbeck, con Blake Lorraine.
¿Con Blake?
Escuché varios bufidos de envidia por Blake de parte de las chicas del aula. Supongo que él ya había llamado la atención. Sentí algo en el estómago. ¿Eran celos?
Cuando nos emparejaron a todos, en entrenador tomo la palabra.
—Estas serán sus parejas el resto del año. —Miró su reloj— pueden ir a cambiarse.
A continuación, el entrenador salió por la puerta de los chicos, desanimado. Casi siento lastima por él. Max me jaló el brazo.
—Te tocó con Blake. ¡Que suerte! ¿Viste como te miraba cuando jugaste a acróbata de Cirque du Soleil³? ¿Y como lo miraban las demás chicas? Yo si. ¿Y donde aprendiste gimnasia?
—No lo sé, solo lo hice. —dije con una sonrisa.
—Genial, mi mejor amiga se convierte en mono.
Por un milisegundo consideré la posibilidad. Mi coordinación simplemente no mejora, era la regla no escrita.
El día siguió normal, tuve historia, francés, luego el almuerzo (descubrí que Blake tenía la misma hora de almuerzo, y su casillero al lado del mío, pero no apareció), biología, matemáticas, arte, y música. Según mis contactos, Blake también debería haber aparecido en arte. Deportes y arte, ambas eran clases mixtas.
En clase de música, guardé mis libros.
—Phoebe, papá ya llegó. —dijo Payton cuando me paré, viendo su teléfono.
—Si, a mi también me llegó el mensaje.
Repentinamente, sentí un tirón en mi hombro, y vi que mis libros se habían caído con mi bolsa.
Las gemelas se inclinaron para ayudarme a recoger los libro.
—No, está bien. —dije sacudiendo la mano—. Ya váyanse. Nos vemos luego.
Esperé a que se fueran, el salón se había vaciado.
Me puse en cuclillas para levantar mis libros, pero… ya no estaban. Me volví mientras me levantaba, y… estaban en la mesa.
—¿Qué demonios…? —murmuré.
Miré a todos lados. Y de repente, él estaba frente a mí. Di un respingo y un paso a atrás. Lo fulminé con la mirada y maquinalmente gruñí. Literalmente gruñí. Como un maldito perro. Intenté actuar enojada, para cubrir mi desconcierto.
—No aparezcas de la nada. —mascullé.
Blake solo sonrió divertido. Como si mi gruñido fuera chistoso. Me enfadé. Sentí como los vellos de mi nuca y brazos se erizaban. Comenzó un gruñido en mi garganta, pero esta vez logré detenerlo. Eso lo hizo reír entre dientes.
Caminé hacia la puerta, pero el la bloqueaba.
—Hazte a un lado. —gruñí, un poco más humanamente.
Me tapó el paso de nuevo. Se sentía como un desafío.
—Tengo que decirte algo. —dijo seriamente, cualquier rastro de su sonrisa torcida se había borrado.
—Tal vez luego. —repliqué.
Tenía que salir de aquí. Repentinamente no me sentía cómoda con mi propia piel. Me sentía como yo quisiera salir de mi cuerpo.
—Yo se lo que pasa. —comentó Blake.
Eso llamó mi atención.
—¿Qué?
—Estás incómoda, ¿cierto? No quieres evitar la confrontación, pero sabes que tienes que hacerlo. Es como una lucha entre tus instintos y tu mente, ¿verdad?
—¿Cómo lo sabes? —susurré involuntariamente, para mi misma. Lo había explicado bastante bien, de hecho.
Hizo una mueca irónica.
—Por que yo sentí lo mismo que tu hace un año.
—¿Qué me pasa? —murmuré para mi misma de nuevo.
—Tu cuerpo se quiere convertir.
—¿De qué hablas? —pregunté molesta. De nuevo esa sensación.
—Tranquilízate. —exigió. Lo que solo logró hacerme enfadar más—. Por favor. —debió notarse en mi cara, porque añadió suplicante. Aunque sus palabras parecieron arrancadas a regañadientes de su boca.
Hice lo que me pidió. Respiré profundo y sentí como mis músculos tensos se relajaban, y como volvía a apreciar mi cuerpo.
—¿Qué me pasó? —pregunté ya tranquila.
Dudó.
—Vayamos al parque.
—¿Qué…? Pero yo quiero saber ahora… ¿Qué diablos crees que haces…? ¡Mi madre me espera! —protesté mientras Blake me levantaba en sus brazos.
—Tu madre llegará en media hora.
Me asusté. Me encogí y mis piernas se cruzaron. Mi madre me mandó un texto que decía que llegaría media hora tarde hace una hora. Él empezó a caminar hacia la entrada de la escuela.
—¿Cómo lo sabes? —esto era escalofriante.
—Interceptamos tu teléfono.
Interceptamos. Más de uno. Jadeé indignada.
—Eso es invasión a la privacidad. —me acordé del texto que mandé a Max el día que lo conocí—. ¿Desde cuando? —sentí la urgencia de preguntar.
—Hace un mes.
Muy bien. Para cuando él dijo eso, ya estábamos en la entrada de la escuela, y mis manos estaban a los lados de mi propio cuello.
—Sujétate. —avisó.
—¿Por qué…?
Él había comenzado a correr, y no pude siquiera gritar, ya que un par de segundos después estábamos en el parque Rose. Me di cuenta de que por reflejo había clavado mis dedos en los hombros de Blake.
Me bajé como pude de sus brazos.
—¡Maldita sea! ¿¡Que diablos eres?! —grité.
—¡Shhh!
Estreché los ojos, me agaché involuntariamente, e hice los hombros hacia atrás. Lo miré con suspicacia, mientras mis músculos se tensaban, para defenderme. En guardia.
Blake asintió con aprobación.
—Hoy es tu cumpleaños. Así que hoy comienza el cambio. El miércoles podrás cambiar parcialmente.
—¿A qué? —pregunté, aún tensa.
—A mujer lobo. Como yo.
—¿Eres una mujer lobo? —señalé con burla, intentando ganar tiempo para procesar mis ideas.
—Hombre lobo. —corrigió.
Parpadeé. Escéptica, confiando en que él trataba de hacerme una broma.
—¿Ves a esa chica de ahí? —señaló a una chica a veinte metros de nosotros—. Es una homo-sapiens, del griego “hombre sabio”. Yo soy un homo-lupus. Del latín “hombre lobo”.
Parpadeé hacia él, y luego me dirigí a la escuela sin mirarle ni dirigirle la mirada.
—Espera, tengo que decirte algo más.
Sentí como agarraba mi brazo. Y gruñí de nuevo.
—¿Si? Lástima. Pero, bueno, digamos que no estás en tu plena capacidad de razonamiento, no necesariamente loco, si así lo quieres, así que agradecería que te alejaras. Si me disculpas, tengo que caminar hasta la escuela, lo que me llevará veinte minutos.
Tal vez tenía esquizofrenia. O un tumor cerebral. Pero yo había llegado al parque en segundos con él. Tal vez era yo la del tumor.
—¿Te llevo?
—¡No! —respondí decididamente.
Sabía que sería más razonable dejarlo llevarme, o caminar directamente a casa, pero hacer eso llevaría a mi madre a sospechar, así que me dirigí a Rosefield High.



Fueron 20 minutos de infernal caminata hasta la escuela. Veinte minutos de debatirme entre si era verdad lo que Blake me había dicho en el parque, o si era mentira.
Y para empeorarlo, la lluvia comenzó a caer a diez minutos de la escuela. Así que estaba empapada. Por lo menos era agosto, lo que significaba que no hacia frío. Pero si un insufrible calor. Durante los diez minutos en los que estuve sentada en la entrada de la escuela (si me hubiera metido en la escuela estaría muerta de frío) examiné los pros y contras de quitarme la camiseta.
No me puedes culpar, estaba mojada y tenía calor.
Al final mi sentido común ganó la batalla, y por suerte, mamá no tardó en llegar. Traía a papá consigo. Eso me arrancó una sonrisa.
—¡Hey! —Entré al auto y le di a mamá y a papá un beso en la mejilla—. ¿Cómo están?
—Bien, cariño… ¿Estás… estás mojada? —preguntó mamá.
—Si.
—¿Por qué?
Yo me encogí de hombros, evadiendo la pregunta.
Saqué mi ipod de la mochila, y conecté un lado del cable en el lugar del audífono. Luego me lancé hacia delante para conectar el otro lado del cable al auto. Puse en aleatorio mis canciones.
Sonaron las primeras notas de Smile de Avril Lavigne.
Al llegar a casa me duche y me puse pijama, luego hice mi tarea. Biología, matemáticas, e historia. Hum. Era solo el primer día, francamente. Saqué mis libros y los puse en mi escritorio. Busqué un lápiz y mis libretas.
Mi habitación era… ¿normal? Si, supongo. Muy común. Era una cama con un edredón verde lima y rosa chicle, un escritorio blanco, con una silla blanca, un librero con miles de libros y discos. No tenía posters en las paredes, tenía dibujos. Mi cuarto era lindo.
Una hora y media después, había terminado mi tarea. Estaba escuchando música cuando papá tocó mi puerta.
—Pasa. —Exclamé— Hola. —dije cuando entró.
—Hola, cariño. —Silencio— Hoy es tu cumpleaños. ¿Cómo te has sentido?
No le iba a decir que hubo momentos en los que creí que iba a mudar de piel cual serpiente en verano.
—Bien. —contesté con una sonrisa.
Suspiró con satisfacción. ¿O era alivio?
—Iremos a cenar, y como es tu cumpleaños, puedes elegir el restaurante. Pero será temprano, por que tenemos que ir a comprar el pastel.
—¿Aún no lo compran?
—Nop, así que vístete.
Salió de mi dormitorio.
Me enfundé en un top gris oscuro con fruncidos en medio con escote de corazón y unos vaqueros pegados grises previamente desteñidos. Metí mi ipod en mi bolsa blanca, y salí de mi habitación. Hoy prescindiría de mis remeras.
Me vi en el espejo.
Mis ojos gris-azul-violeta me devolvieron la mirada. Observé mi piel anti-bronceado. No me quejaba, no me gustaba la piel naranja. A pesar de que estaba segura de que había personas a las que les quedaba bien. Miré mi raro cabello. Utilizaba toda la gama de los colores del café que fueran posibles para el cabello. Castaño claro, oscuro, marrón claro, oscuro, rubio castaño, castaño y café rojizo… y la lista sigue. Todo en mi gritaba “fenómeno”.
Salí de mi habitación y cerré la puerta tras de mí.
—¡Ya estoy! —grité mientras bajaba las escaleras a semi-trote.
Lo primero que vi fue a Lane, mi hermana. Luego vi al chico que la acompañaba. La sonrisa que empecé a esbozar para mi hermana se congelo en mi rostro.
—Dime que no es tu novio y que no lo trajiste para mi cena de cumpleaños. —prorrumpí con una mueca antes de poder detenerme.
Mi hermana (que tenía el mismo indicador del sonrojo que mamá) y mamá se sonrojaron en la base del cuello, pero manteniendo su sonrisa, obviamente.
Ignorándome, me presentó haciendo énfasis en mi nombre.
—Charlie esta es Angelique. —fruncí el ceño cuando me presento por mi nombre completo. Siempre pensé que sonaba demasiado —mmm— presuntuoso. Y ella lo sabía—. Angelique, esté es Charlie.
Charlie parecía un chico… bueno. Amable. Ojos y cabello marrón. Era guapo, supongo. Un poco demasiado desgarbado. Me encontré comparando al novio de mi hermana con Blake.
Hice un mohín.
—Hey, Charlie. Soy Angie. ¿Nos vamos? —dije mientras caminaba al lado de la pareja hacia el auto.
Abrí, entré y cerré la puerta al mismo tiempo que Lane lo hizo. La diferencia fue que ella le cerró la puerta en las narices a su novio.
—¿Por qué dijiste eso?
—¿Para qué lo trajiste?
Ambas hablamos al mismo tiempo. Pude ver que ella, al igual que yo, intentaba mantener su expresión enfadada. Al final rompimos a reír. Un segundo después escuché como las demás puertas se abrían.
Mi padre y mi madre me miraban significativamente. Sabía lo que significaba. Lane y yo teníamos esas tareas. Esta vez era mi turno.
—Entonces, Charlie, ¿desde cuando conoces a mi hermana? —pregunté mientras rodeaba los hombros de mi hermana con mi brazo.
El caso es que mi padres nos tenían entrenadas para que cuando la otra trajera a una persona del sexo opuesto a casa, lo interrogara la hermana, no ellos. ¿Menos sospechoso? Lo dudo.
Vi a Lane rodar los ojos.
—Hum. El año pasado tuvimos historia juntos. —parecía tímido. Pobre chico.
—¡Oh! Tal vez me conociste, ¿lo hiciste? ¿Me recuerdas? ¿A qué hora tenías historia, Lane? A tercera hora, ¿cierto? Creo que tenía francés a través del pasillo a esa hora.
—Si, creo que si. Recuerdo que llegabas con Lane a la escuela. —murmuró Charlie.
Torturé al chico el resto del viaje, que fue largo por que mis padres manejaban a paso de tortuga, escuchando la conversación. Lane se había hundido en el asiento, parecía estar preguntándose si volvería a tener una cita con Charlie. Y lo admito, lo estaba haciendo en parte por que para mí la cena de cumpleaños siempre fue familiar. Ni siquiera yo invitaba a mis amigas, y ellas lo sabían. ¿Por qué Lane debería traer a su novio?
Llegamos al restaurante japonés que escogí.
—Charlie, ¿tienes licencia para conducir? —cuando el asintió, seguí—. ¿Desde cuando?
Apuesto a que estaba quemando neuronas dedicadas a la forma más eficaz contestarme sin abrir la boca. Aunque tampoco es como si pudiera escribir su respuesta en una servilleta. Ja.
—Hace dos y medio. —bisbiseó.
—Y… ¿cuántos años tienes?
—18 y medio.
—Oh. Lane tiene 18.
Yo definitivamente aprobaba la relación, pero esto era divertido.
Pasé el resto de la cena jugando con Charlie, y con Lane haciéndome muecas. Salimos del restaurante a las 8:31 pm. Cuando regresamos a la casa, pasamos por una pastelería, donde escogí un pastel de chocolate. En la casa partimos el pastel.
—¿Ya se van? —pregunté cuando vi a Lane coger su bolsa y pararse.
Ella me hizo un mohín. Parecía creer que aún jugaba con ellos. Pero no era así, yo quería que mi hermana se quedara. Hace una semana nadie me había dicho que extrañaría que ella me despertara y me preparara el desayuno. Mamá me despertaba distinto, y hacia el desayuno diferente. Tal vez podría convencer a Lane de quedarse una noche.
Miré a Lane a los ojos, le di una mirada para que viniera conmigo. Ella puso los ojos en blanco, pero se excusó y me siguió. Subí las escaleras y entré a mi cuarto seguida de Lane, que cerró la puerta tras ella.
Mi hermana era un poco más alta que yo, cuatro años mayor que yo, de la altura de mamá, tenía cabello castaño oscuro y ojos gris azulado. Lane también tenía curvas, unas que yo no tenía, a pesar de que Max y las gemelas insistían en que si.
—Te tengo algo. —mencionó Lane al cerrar la puerta.
Ella abrió su bolso rosa pálido y sacó una caja.
—Todo tuyo. —Lane me tendió la caja. Era un ipod touch.— Recuerdo… Recuerdo que desde hace un par de meses dijiste que tu ipod estaba fallando, así que te compré uno…
La abracé pasando mis brazos por su cuello.
—Gracias. —Le dije— ¿Sabes? También pedí una laptop…
—No seas exigente. —Replicó, pero tenía una sonrisa secreta en la cara—. Te quedarás sin regalos de navidad.
Rodé los ojos.
Lane alcanzó el pomo de la puerta. Comenzó a girarlo, paro luego se detuvo.
—Oye. No seas mala con Charlie. —Suplicó con una sonrisa—. Es un buen chico… y me gusta. No lo asustes.
Rodé los ojos de nuevo, pero hablé seriamente.
—Está bien. —Le dije— Por lo menos no lo haré mucho. —agregué.
Cuando ellos se fueron, me puse mi pijama. Escuché a alguien tocar la puerta, luego abrirla. Eran mis padres. Protestaría que deberían esperar a que les dijera que pasaran, pero nunca funcionaba. Traían una caja consigo.
—¿Recuerdas que desde hace un año nos has estado pidiendo una laptop? —preguntó papá.
Alcé las cejas y asentí, recordando lo que le había dicho a Lane.
—Bien.
Mamá le hizo una seña a papá, ante la cual el posó la caja en mi escritorio.
—¿Una laptop? —pregunté sonriendo.
Ambos asintieron.
Solté un chillido de alegría.
—¡Es una laptop!
Me abalancé sobre la caja, pero un brazo se atravesó.
—No, no, no. —dijo papá agitando. Abrí la boca para protestar, pero el ahogó mi protesta hablando—. ¡Mañana! Cuando regreses de la escuela.
—¡Ah! No seas malo, y pásame la caja. —dije mientras me sentaba en la cama con los brazos cruzados. Mi padre que era más paciente que mamá, pero no tenía ningún indicador de ira4, alzó una ceja.
Suspiré cansinamente. Luego hundí mi cara en la almohada.
—Ya váyanse. —dije medio enfurruñada, pero no realmente.
Sonó amortiguado por la almohada.
Apagué la luz y unos minutos después, estaba dormida.

------------------------------------------------------------------------------------
¹A mi me gusta creer /que el planeta Tierra gira lentamente /es difícil decir / que prefiero permanecer despierto cuando duermo /porque todo es como nunca me lo imagine /(cuando duermo)
²Bufón, payaso.
³Cirque du Soleil (en español: «Circo del sol») es una empresa canadiense de entretenimiento, la cual se describe a sí misma como un «montaje dramático de artes circenses y esparcimiento callejero» y cuya sede se encuentra en Quebec, Canadá, en el área de Saint-Michel.
1Referente a que su madre se sonroja cuando se enfada.


Hey! No había escrito de esta historia por que la tenía en otra computadora así que... Bueno, ahora yala pasé a mi laptop y puedo seguir avanzando. By3!! 

P.D. Hice un par de cambios en el primer capitulo: a) Blake tiene acento inglés, y b) en lugar de Junio, es Julio la fecha.



miércoles, 7 de noviembre de 2012

Them: Capitulo 2


Capitulo 2

Cassandra

Agosto 23, 2:36 pm, Maplewood, Nueva Jersey, EE.UU.



Después de eso, fue increíblemente fácil llegar al pasillo de la biblioteca. Los profesores estaban en el patio, vigilando a los chicos. Sinceramente, o los profesores son estúpidos, o decidieron que no les pagan lo suficiente para pastorear a los chicos a la salida.
Y aunque no había profesores, si había personas. Alumnos. Encontré a una chica y un chico besándose en el recoveco entre dos filas de casilleros. No me miraron ni una vez cuando pasé, lo que estuvo bien por mí.
No entendía porque Jake¹ quería verme, okey, ambos éramos psíquicos, pero mientras él no se metiera en mi amino, estaríamos bien. Aun así, sabía que si él quería verme, lo mejor era encontrarme con el, era puro pensamiento lógico.
Accedí a la mente de Haiden mientras me acercaba. No podía leer sus pensamientos, pero, como con los demás, si los podía implantar. Y par implantar una idea, necesitaba la ubicación de las mentes. El chico si estaba en el pasillo. Él había llegado antes. Estaba molesta por eso. Yo sabía que él iba a llegar a tiempo, antes que yo. Él era un telequinético, por amor de dios. Yo solo jugaba con la mente. Él se encargaba de lo físico.
Llegué enfurruñada, y con un limpio movimiento de mano, metí, giré, y saqué la llave. Entré al pasillo. Miré el reloj de mi celular. Eran las 2:41 pm.
—Tenemos menos de veinte minutos para hablar, si no queremos que Jones nos encuentre aquí, Jake. —avisé. Remarqué el «Jake» para irritarlo.
—Mi nombre es Haiden. —murmuró.
¿Oh, de verdad? ¡Lo había olvidado!
Idiota.
Sonreí ampliamente, ya que conseguí lo que quería. Aun así, no lo miraba a los ojos.
—¿Cómo sabes cuanto tiempo tenemos? —preguntó.
Ignoré su pregunta.
—¿Para que vine? —exigí.
Me estudió con los ojos entrecerrados.
—No lo sé. Quería saber sobre ti. Eres la primera psíquica que conozco, y si no lo eres, eres de la primera que soy consiente de lo que es. ¿Te llegó la carta?
Oh, la carta. Si, cuando tenía cinco malditos años, los múltiples cabezas de una organización llamada “La Organización” (¡duh!), decidieron que yo tenía que saber que era psíquica. La organización era neutral, ayudaba a cualquier psíquico, y a cualquiera le decía que era. Aparentemente, a todos les llegaba una carta a lo cinco años —evidentemente, nos observan—. Ellos no nos impedían saquear a los normales, pero tampoco nos alentaban a hacerlo, no nos decían que éramos mejores que los humanos, pero tampoco informaban lo contrario. Completamente neutral, gris, Suiza.
—Se de los niveles, si, me llegó la carta.
—A mí, cuando llegó la carta, mi hermano la abrió. Se la enseñó a mi madre. Ella era una católica empedernida. Mi padre también era católico, pero a veces se saltaba la iglesia los domingos, olvidaba el diezmo, cosas pequeñas. Mi madre constantemente se lo recordaba. Mi hermano era un niño de mamá, y de papá. Cualquier, absolutamente cualquier cosa, se la decía a mi madre y luego a mi padre. Fue feo cuando se enteró.
—¿Qué pasó? —pregunté automáticamente.
Me reprendí a mi misma por hacerlo. No demuestres interés, era uno de los diez mandamientos para la supervivencia de los psíquicos. Haiden enseñó sus deslumbrantes y rectos, blancos dientes.
—…Pagará vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano y pie por pie, quemadura por quemadura, herida por herida y golpe por golpe. —Citó, luego agregó—: La ley de talión. Equivalencia. Secreto por secreto.
—Ojo por ojo el mundo acabará ciego. —Recité— Mahatma Gandhi.
—La mía se escucha mejor. —rezongó con una sonrisa.
—Tal vez, pero la mía tiene mucho más sentido.
—Podría ser, en el área de venganza, pero estamos en equivalencia. Si yo te doy un secreto, tú me das otro.
—Es posible. —contesté, entrecerrando los ojos.
—Lo tomaré como un si. Cuando mi madre se enteró de la carta, me preguntó cosas. Me preguntó como era el flash de una cámara. Yo, como niño de cinco años que era, levanté las manos como si fuera a hacer una foto, pero cuando hice la pantomima de aplanar el botón… si salió una luz. Mi madre gritó que era un monstruo, y me quería cortar las muñecas para sacar al demonio. Decía que yo no era su hijo. —Haiden parecía triste, dolido, herido. Estábamos cerca, a unos centímetros frente al otro. Sería tan fácil coger su mano… consolarlo… ¿Es eso… compasión? Cuestionó una voz dentro de mí. No lo era—. Mi padre, que si se tomo la molestia de leer el resto de la carta, comprendió que yo no lo había escogido. Intentó explicarle a mi madre, pero estaba loca. Mi hermano solo actuó como ella. Mi padre llamó al manicomio. Era lo adecuado para mi madre, ella debía recuperarse. También mi hermano. Yo, tan pequeño como era, lo entendía todo. Estaba dispuesto a esperarla. Pero mi padre me tomo de la mano, dijo que solo causaríamos la recaída. En plural, el y yo. Supongo que eso me mantuvo en pie. Habíamos estado dando vueltas por todo el país. Aquí mi padre, que se divorció un año después del ataque de mi madre, encontró una novia. Así que nos establecimos aquí, conseguí amigos. Me permití acomodarme. Se siente bien contarte esto, ¿sabes? Creo que me puedes entender. —se excusó con una sonrisa.
Lo entendía. Pero no lo consideraba suficiente para hablarle de mi desgracia. Aun así, lo hice.
—Cuando me llegó la carta, —comencé— mi padre la leyó. Iba dirigida a mi, pero el supuso que era de la escuela, así que la abrió. Mamá estaba fuera de casa, sabía que ella me hubiera entregado la carta. Durante un año, papá aprovechó mi ilusionismo en juegos de póker, me llevaba a lugares turbios, donde podía ganar más dinero. —Haiden me miraba concentrado, sin interrumpir, escuchando. Me permití bajar la guardia. Me iría hoy, convencería a mamá, no haría daño que el me viera vulnerable. Jamás nos toparíamos de nuevo—. Un día, —sollocé. De verdad lloraba. Había pasado tanto tiempo…— le dije que una amiga lo que hacíamos, ella me dijo su padre y ella iban a pescar, que ella no iba a escuchar a los adultos hablar, así que esa tarde le pedí a mi papá que me llevara a pescar. Él se burló de mí, me dijo que no dijera tonterías. Y esa noche fuimos al póker, él siempre me mantenía a su lado para que no lo pudieran acusar de trampa. Él me dijo que hiciera cuatro A’s, que ese sería el juego perfecto. Era arriesgado, pero yo no sabía de póker, ni que solo había cuatro A’s, así que obedecí. Otro jugador bajó un Full House. Tres A’s y un par de ochos. Lo golpearon por hacer trampa, pero me dejaron en paz a mí. Cuando regresamos, papá me golpeó a mí. Hubiera preferido creer que estaba borracho, pero no lo estaba. Me dolió…
Sollozaba incontrolablemente, y de repente estaba contra el pecho de Haiden, abrazada, sus brazos me rodeaban. Y me sentí segura. Solo me sentía segura por mi mamá. Y solo me dejaba tocar por ella. Pero mamá no estaba ahora, y yo necesitaba ser abrazada.
—Mamá despertó, ella estaba dormida en su habitación, esperando a papá. Llamó a la policía, lo arrestaron, se divorciaron, pasaron ocho años Vagamos por el país, incluso fuimos a Alaska, sin encontrar nuestro lugar. Llevamos un par de semanas aquí. Y ahora me estas abrazando, y aun más inusual, yo estoy llorando. —concluí contra su pecho.
Me abrazó unos minutos más, y yo estaba avergonzada, pero también más relajada a su alrededor. Un desembuche era necesario para hacer un amigo. Pero él no era mi amigo.
Salí de su abrazo —por suerte, sabía que no se me había corrido el rímel, siempre usaba a prueba de agua. Me asqueaba pensar en que en algún momento podía sudar y comenzar a transpirar sudor negro. Puaj—. Cuando oímos a alguien hacer sonidos en las puertas. El conserje.
—¿Te he dicho por que soy segunda clase de telequinesis si solo puedo mover las cosas? —susurró en mi oído— Por que también muevo seres animados.
Acto seguido, cerró los ojos y rápidamente, nos subió al techo.
Había leído en un folleto de la organización, que había cuatro cosas que podía hacer un telequinético. Tele-transportar, mover a nivel molecular, mover seres inanimados, y mover seres animados. Todos podían hacer el tercero, eran cuarta clase, algunos elegidos podían hacer uno de los segundos, en ese caso eran tercera clase, si movían los dos primeros eran segunda clase, pero si hacían todos, que eran casos realmente extraños, eran primera clase. Ahora, los casos más extraños. Los que podían mover solo seres animados e inanimados, esos eran segunda clase, por que no dominaban todo. Pero siempre era codiciado mover los seres animados. Era casi como controlarlos.
Observamos a Jones forcejear con la puerta al no encontrar las llaves. Luego lanzó las bolsas de basura por encima de la puerta, lo que me pareció chistoso.
—Oye, —murmuró— te invito a comer. Creo que aun tenemos que hablar.
Murmuré de regreso una afirmación.
Mientras Jones seguía haciendo el ridículo lanzando bolsas de basura sobre la reja, yo le mandé un mensaje a mi mamá.

Hola. No vengas. 
Yo voy ms tarde. 
Nos vemos. Bye.

Corto e informativo. Perfecto. Si, ya lo sé. No soy muy afectuosa. Culpa a una vida dura. Nótese mi sarcasmo, por favor. Cuando creímos que Jones se fue —habíamos estado recostados en nuestros codos, callados—, nos levantamos y dimos un vistazo. Cuando me aseguré de que no estaba, me acomodé justo en la orilla, salté, di dos vueltas en el aire, dándome el tiempo justo para poner mis pies debajo de mí sin lastimarme. Diez años de gimnasia, sorprendente.
Haiden me miraba desde arriba, boquiabierto.
Luego, cuando se recuperó un poco, buscó una de las tablas del techo y la mantuvo firme sobre el aire, entonces puso un pie sobre está y la tabla descendió lentamente. El solo podía mover coas que no fueran el mismo.
Cuando estuvo a mi altura —o lo más cerca que podía estar sin agacharse, ya que él era alrededor de diez centímetros más alto que yo— me preguntó—: ¿Cómo hiciste eso? Por un momento pensé que te habías muerto. —Luego me miró con reproche—. No lo vuelvas a hacer.
—Diez años de gimnasia, amigo, eso pasó.
Comenzamos a caminar por el callejón, Haiden con las manos en sus bolsillos, viéndose extremadamente bien mientras lo hacía. Estúpido. 
—¿Oye, cual es tu nombre? —preguntó.
—Cassandra. —Respondí— Como me llames Cassie, te muerdo.



jueves, 1 de noviembre de 2012

Them: Capitulo 1

Los capitulos de este libros son cortos, pero... bueno, aquí está.



---------------------------------------------------------------


Capitulo 1
Cassandra
Agosto 23, 11:02 am, Maplewood, Nueva Jersey, EE.UU.


Primer día de escuela. De nuevo. A veces me pregunto que pasaría si no pudiera crear ilusiones. ¿Nos quedaríamos más tiempo en algún lugar? No lo sabía. Siempre, accidental o a propósito, terminaba haciendo una ilusión. Era natural para mí. 
Alguien, pasando a mi lado, me empujó. Puedo asegurar que no fue accidentalmente. 
Sonreí dulcemente y pregunté—: ¿Algún problema? 
Hace varias escuelas, aprendí que lo mejor para sacar de sus casillas a alguien, era sonreír cuando su propósito era hacerte enfadar o entristecer. Adoraba sacar a la gente de sus casillas. Era divertido discutir. Siempre conseguía torcer las cosas a mi favor. Siempre preferí actuar como gótica —no se cual es la definición de esta categoría, así que no puedo asegurar que no lo sea—. Traía puesta un top palabra de honor negro, con una chaqueta de piel negra hasta la cintura encima, y unos jeans negros, y botas de combate. Y mi inseparable bolsa. Adoro mi bolsa. Era la única constante de mi vida. La usaba de hombro a cadera, de izquierda a derecha. Tenía cientos de bolsillos, era negra. Con un estampado de flores de color beige y azul aqua oscuro. Llevaba mi nook¹, una libreta pequeña de un cerdito en pantis, una pluma de gel negra con brillos, mis audífonos (eran extraños y colores fosforescentes, me encantaban), un brillo labial de skittles sabor uva (amo ese brillo), un brillo labial de verdad (sin sabor, ugh), y dinero. Mucho. Mil quinientos dólares en billetes de diez. Ya sabes, por si había que irnos. Precipitadamente. Supuse que eso ocurriría pronto, con todos esos espeluznantes hombres de negro.
El chico que me empujó era… supongo que se podría decir que era lindo. El chico por el que las chicas caían desmayadas. O tanto como podían a los catorce años. Tenía cabello rubio sucio, con ojos color azul intenso, era unos meses mayor que yo. Lo había visto en mi clase anterior. 
El chico sonrió socarronamente, parecía saber que mi propósito era molestarlo. 
Yo, sabiendo que había perdido la batalla verbal, me enfurecí. Odiaba perder. Sin meditar mis actos, por que sabía que si lo hacía me echaría para atrás, le saqué la lengua, haciendo que pareciera una lengua bífida de serpiente solo para él, no para la multitud. 
El chico dio un traspié hacia atrás, y algunos chicos, los más valientes, rieron. Después de todo, el chico era popular. Otro Jake. Había estado en tantas escuelas, que había tomado la costumbre de llamar a los chicos populares Jake, y a las chicas Barbie’s. 
En los ojos del chico había sorpresa, que luego se convirtió en sospecha. ¿Qué podía sospechar? ¿Que yo era una ilusionista de primera clase, multiplicadora, también de primera clase, telépata de tercera clase, y empática de segunda clase? Locura. 
Sonreí dulcemente de nuevo, y al pasar por su lado, le di un empujón con mi hombro. Caminé con paso altanero hasta una banca de hierro forjado negro, entonces abrí la merienda que me preparó mamá, y comencé a comer. 
Cogí un mordisco de mi sándwich de jamón, cuando noté un movimiento a mi izquierda. Era el chico rubio. Casi me atraganté con el sándwich, pero me forcé a masticar y tragar. Cuando terminé, hablé. 
—¿Qué quieres? —cuestioné rudamente. 
—Eres una psíquica. 
Mis ojos se abrieron como platos. ¿Cómo demonios lo sabía? Controlé mi reacción, nada bueno podía venir de que alguien supiera de mis… habilidades. Fingí no saber de lo que hablaba. 
—Creí que nadie se daría cuenta, olvidé mi bola de cristal en casa, y nadie me había pedido una lectura. Es un alivio que aparecieras, Jake, me estaba preocupando. —alegué con sarcasmo. 
Al chico lo descolocó un poco que lo llamara Jake, fue una buena jugada por mi parte. 
—Mi nombre es Haiden, no Jake. —dijo desconcertado 
Tomé la oportunidad de distracción. 
—Sabía que tu nombre no era Jake. —tendí mi trampa. 
—Entonces, ¿Por qué…? —sus ojos se estrecharon y se fijaron en mi con acusación—. No importa. Eres una ilusionista, no trates de distraerme. 
—Funcionó por unos segundos. —señalé con una sonrisa fácil. 
—Una ilusionista, por lo menos, de tercera clase. 
Resoplé indignada. No pude evitarlo. 
—Primera. —mascullé irritada. 
Solo después de que solté eso, me di cuenta de que admitía que era una psíquica. Decidí dejar que creyera que lo hice a propósito. 
—¿Tu que eres? Sabes de los niveles, y no asumiste automáticamente que estabas loco. 
Él debía saber en lo que se metía al acusarme, incluía decirme quién y qué era. 
Sonrió y recitó sus títulos—: Telequinético de segunda clase, umbraquinético de primera clase, fotoquinético de primera clase, también. Tu turno. 
Movía cosas, y ere fotoquinético y umbraquinético de primera clase. Manipulaba luces y sombras. Podía hacerse invisible. Supongo que ahora sabía como logró engatusarme para que admitiera ser un psíquico, el mismo era un manipulador, pero yo también. Y también era una engaños, con mis ilusiones. Yo tenía ventaja. 
Decidí que decirle lo mío era justo. 
—Telépata de tercera clase, empática de segunda clase, multiplicadora de primera clase, e ilusionista de primera clase. 
—Tercera clase. —murmuró burlón. 
—Tan solo tres habilidades, que lástima. —repliqué. 
Entrecerró los ojos, calculadoramente. —Nos vemos detrás de la biblioteca, seguro hallarás a forma de robarle las llaves al conserje. —dijo, luego se dio la vuelta, justo cuando sonaba la campana.


Era la última clase, ya estaba acabando. Faltaban minutos para que sonara la última campana, y ya tenía trazado un plan para obtener las laves del conserje. Desde que comencé a cambiar de escuela, conseguí la costumbre de memorizar las rutinas de las escuelas, profesores y conserjes. Era mi primer día aquí, oficialmente, pero había venido antes, desde hace una semana, para reconocer el terreno, memorizar rutinas, reconocer rutas para no tener que pedir ayuda, y ya tenía el horario del conserje. 
La razón por la que necesitaba las llaves del conserje, era que detrás de la biblioteca había un pasillo con reja, que daba a la calle, donde había otra reja. El pasillo lo usaba el conserje para sacar la basura. El sacaba la basura exactamente a las 3:05 pm, y la escuela acababa a las 2:30 pm, lo que me daba menos de cuarenta y cinco minutos para robar las llaves, entrar al pasillo, hablar y salir de ahí. No es como si pudiera hacerlo alucinar que yo no estaba ahí y Haiden hacerse invisible, el pasillo era demasiado angosto. Mamá normalmente llegaba a las 3:15. 
¿Una fanática del control? ¿Yo? Nah. 
Al principio pensé en multiplicarme, hacer a mi otro yo una mujer sexy —el hombre estaba desesperado—. y esperar que con solo pedirlas me las diera. Luego decidí que eso era demasiado asqueroso. Y arriesgado, claro, pero más que nada, asqueroso. Me pareció que lo más fácil era implantar el pensamiento de que había dejado caer las llaves, mientras me camuflaba, pasaba a su lado y se las quitaba, distraerlo y que olvidara las llaves. 
Cómo telépata, podía implantar pensamientos, pero era de tercera clase, así que no podía leer su mente, ni recibir pensamientos. Me camuflaría haciéndole aluciar que yo no estaba ahí. Lo distraería con una explosión —en su cabeza, totalmente falsa— al otro lado del colegio. 
Sonó la campana, cogí mis cosas y salí corriendo al teatro. El conserje dejaba el teatro para el último. Ya ahí, cambié un poco el plan. 
Entré al teatro, y cerré suavemente la puerta, para que no se diera cuenta. Luego, caminé, a plena vista del conserje Jones, pero él no me vio, el solo veía un vacío auditorio. Adoraba las ilusiones. 
Me concentré, y sentí como mi voz, mis cuerdas vocales, cambiaban de forma. Esto era lo que una telépata hacía, implantar ideas, manipular a las personas. 
—Dejaste caer las llaves. —susurré. Mi voz sonaba diferente. La voz que los marineros en el pasado creían que eran de sirenas. Eran telépatas—. ¿No escuchas el sonido de las llaves cayendo? Es un tintineo…, ya no está. ¿Sabes donde cayeron las llaves? ¡No están a tus pies! Estás dando vueltas. —Seguía susurrando, todo por medio de susurros. Yo, al hacer esto, usualmente combinaba la telepatía con el ilusionismo. Alargué la mano lentamente, haciéndole creer al mismo tiempo que él se estaba moviendo—. ¿Escuchas eso? Una explosión. —El conserje crédulo levanta la cabeza, ilusamente creyendo escuchar algo—. En el patio. Seguramente esos niños de nuevo, tan irritantes. Locos. Tienes que ir a buscarlos, por que si alguien va a tener que limpiar, vas a ser tu. Ve. 
Cuando se estaba yendo, con burla, hice sonar las llaves, sabiendo que él no las oiría. Lo había hipnotizado. 
Fue tan simple para mí. 
Él era tan débil. 
Todos lo eran.

--------------------------------------------------------------
¹El Barnes & Noble Nook, llamado normalmente Nook, es un lector de libros electrónicos desarrollado por la empresa Barnes & Noble, basado en la plataforma android.



Them - Presentación (Nuevo Libro) =D




Es el primer día de escuela de Cassandra, por millonésima vez en los últimos ocho años. Ella es una ilusionista, y eso causa que constantemente llame la atención. A su misma escuela va Haiden, él es un fotoquinético, controla la luz. Últimamente ha estado viendo muchos hombres vestidos de negro rondando por ahí. Y entonces ella llega.
Ellos han de unir fuerzas y escapar de los hombres de negro, pero hay más enemigos de los que piensan, y más aliados que ellos mismos. 
«¿Cómo se puede escapar… de algo… de alguien que está en todas partes? La respuesta: No se puede.»