martes, 23 de octubre de 2012

El Rey Sin Corona Y La Llave Perdida: Spin-Off Del 1º Capitulo

Spin-Off¹
Christopher

Cuando llegué, Vee no estaba. Recién había saltado. Esperé un par de minutos, pero no subía. Al tercer minuto, me comencé a asustar, podría jurar que hace un año, ella no aguantaba tanto la respiración. Cuatro minutos, en ese momento decidí saltar. Lentamente, tratando de convencerme de que no estaba preocupado, de que a Vee no le podría pasar nada, me saqué el reloj, la camisa, y a principios del quinto minuto, salté. 
Ya en el agua, vi una especie de holograma, en el que se fusionaban los colores, muchos y diferentes. 
Seguí al holograma, tratando de atraparlo.

¹Spin-off es un término anglosajón que se refiere a un proyecto nacido como extensión de otro anterior.

jueves, 18 de octubre de 2012

El Rey Sin Corona Y La Llave Perdida: Capitulo 1: El Lago

1
El Lago
Vee

Estaba en mi puerta principal, esperando que mamá me llamara (yo no iría por mí misma) al auto. Iríamos en la minivan de los Fannington. Hacia el campamento.
—¡Violet! —dijo mi madre exasperada, de lo cual podía deducir que ya me había llamado antes.
—Hum. —gruñí.
Obviamente, yo ya sabía lo que ella quería, pero… quería molestarla.
—Al auto. Ahora.
Estaba tentada a fingir que no había oído y decir «¿Queeé?», o solo quedarme callada y en mi lugar, pero sabía que ya estaba cerca de su límite y no pensaba empujarla más. Yo era prudente en algunos casos, sabes. Por desgracia, mi querida hermana, Kirsty, no sabía cuando parar de protestar y llorar, lo que causaba que fuera castigada continuamente.
Lo que era lo que ella hacia justo ahora, en su cuarto. Observé a mamá mientras pasaba a mi lado para ir a ayudar a papá, que trataba de clamar a Kirsty. Francamente, uno pensaría que siendo dentista, mi padre sabría calmar a las personas. Aparentemente, no se aplica a los niños. Por otra parte, mamá era enfermera, así que parecía ser más su área.  Yo ya había aprendido a alejarme del área de combate, así que jalé mi maleta café con lunares de colores a la cajuela de la minivan de los Fannington.
Chris me ayudó a subir mi maleta al auto, al lado de su maleta azul oscuro. Ya era 13 centímetros más alto que yo. 13 centímetros más que el año antepasado, pensé curiosa.
—Feliz cumpleaños, Vi. —dijo mientras me daba un abrazo.
Observé como su madre nos miraba enternecida, pero rápidamente apartó la vista.
Puse los ojos en blanco.
Nos apartemos, luego yo puse mis manos entre nosotros, con las palmas hacia arriba.
—¿Mi regalo? —pregunté, jugando.
Chris rodó los ojos.
—Oficialmente, tú cumples años hasta las 7:32 pm. Y son las 9:47 am. —dijo mirando el reloj.— Por lo tanto, tu no tienes catorce años.
Lo fulminé con la mirada.
—Me acabas de desear feliz cumpleaños, así que si hubieras estado cumpliendo estrechamente las reglas, también me hubieras deseado feliz cumpleaños hasta las 7:32 pm, PERO no lo hiciste, por lo que yo puedo EXIGIR MI REGALO EN ESTE preciso momento. —dije de un tirón, al final hablé a un volumen bajo, como a veces hacia cuando soltaba tales monsergas, como si ya hubiera ganado.
Pero siempre, con Chris, siempre, era otra historia.
Chris sonrió a mi alegato. Luego, el pasó a mi lado, me dio unas palmadas en mi brazo, y se subió a la minivan. Yo me subí por mi lado de la minivan, y al entrar en su campo de visión, le hice un mohín. Luego me acerqué y apoyé mi cabeza en su regazo, mientras sacaba mi ipod y me ponía mis auriculares.
Al cabo de unos minutos, sentí como un auricular salía de mi oreja, cuando volteé, vi que Chris tenía uno de mis auriculares. Le subí el volumen a la música.
Después de lo que me parecieron horas, pero en realidad fueron tan solo cinco canciones, nuestros padres llegaron, y se sentaron en la primera fila, nuestras madres también llegaron, y ellas se sentaron en la segunda fila, como era cada vez que salíamos juntos.
Dentro de una hora y media llegamos al campamento, exactamente a las 11:42. Desde hacia una hora no había visto una sola casa, un edificio, o incluso granja. Nada. Lo más extraordinario que recordaba era cuando un pájaro dejo su mierda en el parabrisas del auto, momento en el que Chris y yo tuvimos dificultades de aguantar la risa. Tenía serias sospechas sobre mi destino como la mitad de la nada, como casa de un asesino en serie que atraía a niños para deshacerse de ellos por que los odiaba. Aún tenía que trabajar la idea.
Había un umbral, por donde entrabamos, arrastrando nuestras maletas (nos estacionábamos afuera), una reja de hierro forjado, con una placa (también de hierro forjado) que decía «Camp Forbidden Forest¹», que parecía rodear el campamento, luego unas cabañas rusticas, pero muy hermosas y acogedoras.
Sacamos las maletas del auto, poniéndonos las mochilas a los hombros.
Me di cuenta de que no había padres, ni uno solo. Tan solo había 17 chicos sentados en el suelo frente a la entrada y lo que parecía ser la cabaña principal, al ser la más grande. También había dos mujeres y un hombre. La cabaña principal era tres veces las dos que las flaqueaban, la cabaña pequeña de la izquierda tenía un símbolo extraño encima de la puerta, compartiendo espacio con el número uno. Además, a los lados del círculo, a la altura de las cabañas pequeñas, había otras cabañas que eran el doble de las cabañas pequeñas. Parecía haber otra hilera de cabañas detrás.
Había un bulto de maletas a un lado de la entrada.
Una de las mujeres se levantó del piso, donde todos estaban acomodados en círculo. Tenía cabello marrón oscuro, con ojos verde oliva.
—Soy la señora Gronberg-Smythe. —dijo mientras le tendía la mano a nuestros padres.— Los estábamos esperando. Desde aquí nosotros nos encargaremos de los niños, —informó haciendo señas que abarcaban a los chicos y a los otros adultos— pueden irse tranquilos.
Naturalmente, yo no esperaba que se fueran, lo que yo creía que pasaría, es que mis padres y los de Chris acribillarían a la señora Gronberg-Smythe de preguntas, a tal punto que yo ilusionaría con que nos echara d el campamento, pero eso no pasaría. Contrario a mi teoría, lo que pasó fue que nuestros padres asintieron como hipnotizados, a continuación, nos dieron un beso para despedirse, tanto a mi como a Chris, dejaron las maletas cerca del resto y luego… se fueron, así como así.
—Violet, Chris, síganme. —nos pidió con una leve sonrisa.— Siéntense. Y me pueden llamar Margareth. —dijo señalando el círculo de personas.
Curiosamente, Margareth solo le echó una ojeada a mis violetas y molestos ojos, antes de sonreír, como cuando alguien te sonríe cuando sabe algo que tú no sabes.
Los chicos, silenciosamente, pareciendo temerosos, nos hicieron espacio en el círculo. Parecían tener miedo cuando miraban a Margareth.
Nos sentamos entre un chico y una chica. Cogí la mano de Chris. Esta era una atmosfera extraña.
—¿Por qué todos están así? —pregunté al chico a mi lado.
Era pelirrojo, con unas cuantas pecas más que yo.
Me dio un vistazo.
—¿No viste lo que les paso a tus padres?
Si, fue raro, pero…
—…Eso le pasó a cada uno de los padres de aquí. Cuando Margareth les dijo que se fueran, solo se fueron. Y eso no es normal.
Nos quedamos callados unos minutos, hasta que se escuchó un motor a poca distancia. Oímos como un auto se estacionaba. Sentimos como se acercaban, y vimos como entraban.
Todos se volvieron y lanzaron miradas de advertencia al niño, pero no sé que esperaban que hiciera, ¿jalar a sus padres al auto y decirles que se fueran? Apuesto a que (por la cara que traía) ya había expresado su predisposición al campamento.
Era lindo, tendría la que a las 7:32 pm sería mi edad. Tenía el cabello de un curioso color cobre, y ojos de un intrigante color verde esmeralda. Parecía tener la misma estatura que Chris, igual (en lo que ahora me fijaba) que muchos chicos aquí.
Igual que, de acuerdo a lo que me contó el chico, las pasadas veces, los padres se fueron sin decir ni jota, dejando a su hijo con su maleta y un grupo de extraños.
Escuché a Margareth decirle al chico que se reuniera con nosotros en el círculo.
—Hagan una fila aquí, de acuerdo en el orden que llegaron. —ordenó ella, poniendo sus brazos hacia al frente.
El chico pelirrojo fue hasta el frente, creí incluso verlo temblando. Pobre chico. Chris y yo éramos los penúltimos, Chris me dejó ir primero. Mi mirada y la del último chico se cruzaron, comencé a sonreír, pero el apartó la vista. Creí haberlo visto desconcertado, a lo que culpé a mis ojos.
Margareth sostuvo un papel en alto y comenzó a musitar nombres.
—Mary Ann Lineberger, Bastian Cyrille Clermont, Audreanne Lorraine Vanderwoude, Sean Jerome Finkler, formen una fila aparte de este lado. —mandó, aun mirando el papel, levantando una mano hacia nuestra izquierda.
»Lindsey Kelsey Kinkel, Dadou Evariste Gooley, Cody Nickolas Gillyard, Sylvain Noah Sunderland, formen una fila aparte de este lado. —ahora levantó la mano, señalando ligeramente a la derecha en comparación con antes. Uno de ellos era el último chico. Y… ¿qué clase de nombre es Dadou Evariste Gooley?
»Jolliane Calypso Poppert, Byron Dennis Catherson, Dean Gabriel Edstrom, Kyle Jaques Birckett, formen una fila aparte de este lado. —esta vez ella apuntó a nuestra derecha, dejando el mismo espacio a nosotros que la fila más próxima a la izquierda. En vez de ir dos chicas y dos chicos, como las veces anteriores, fueron tres chicos y una chica.
»Malcolm Hadrien Ouillette, Alyssa Ingrid McElhannon, Bryony Caoimhe Underwood, Reed Wallace DuGray, formen una fila aparte de este lado. —levantó la mano señalando hacia la derecha.
»Y el quinto grupo, al final, pero no menos importante, Sarah Celestine Hilson, Ethan Kenneth Irestone, Christopher Lawrence Fannington, —ahogué una risa al oír el segundo nombre de Chris.— Violet Mayleen Middlebrook Beckelheimer.
Cuando terminó de recitar nombres, me di cuenta de que todos, incluso yo, aun cuando no lo sabía, llevaban segundo nombre. Tampoco sabía que tenía segundo apellido.
Ella no hizo ademán de cambiarnos de lugar, lo que nos facilitó intercambiar una mirada desconcertada, a Chris y a mí, por mi segundo nombre y mi segundo apellido.
—¿Tengo segundo nombre? —cuchicheé a Chris. Él se encogió de hombros.— ¿Y segundo apellido? —repitió el gesto— Yo no tengo segundo nombre ni segundo apellido. —me quejé para mi.
—Grupo 1, Grupo 2, Grupo 5, Grupo 3, Grupo 4. —elevó su brazo, señalando de izquierda a derecha.— Hagan un circulo, me acercaré a su grupo para que escojan su cabaña.
Pasó por cada grupo, cuando llegó al nuestro, todos nosotros, que habíamos estado tensos por el ambiente, nos relajamos. Era extraño.
Fijó sus verdes e intensos ojos en mí.
—Elige tú para el quinto equipo. —me animó, tendiéndome una bolsa pequeña de cuero café, con correas para cerrarla.
Metí la mano en la bolsa, suponiendo que era lo que Margareth quería. Ahí dentro, por lo que sentí, había unas fichas, con grabados, imaginé que eran de madera. Cogí una, se sentía caliente, mientras que las demás tenían una temperatura normal.
La saqué.
Era una ficha cuadrada, con los bordes redondeados, igual que las esquinas, algo gruesa, muy hermosa. Traía un símbolo, tres espirales que se fusionaban y formaban un triángulo. Estaba tallado con marcada precisión en la ficha.
Cuando levanté la vista, me di cuenta de que Margareth me sonreía misteriosamente. Y rápidamente, se fue al siguiente grupo. Solo entonces, me di cuenta de que ella había usado la palabra equipo. Me prometí a mi misma buscar las definiciones de equipo y grupo.
—¿Qué hora es? —secreteé a Chris.
El miró su reloj.
—Doce y cuarto.
—¿Exacto?
—12:14.
Asentí, mientras musitaba un «gracias».
—Penny, —dijo Margareth, dirigiéndose a la otra mujer.— lleva a los grupos uno y dos a sus cabañas. El primer grupo tendrá la cabaña uno, el segundo grupo, la sexta cabaña.
Creí haberla escuchado agregar «usa el camino más lejos que puedas de la tercera cabaña», pero podría haberlo imaginado.
Penny era una mujer pequeña, pero no tanto, con cabello castaño y anteojos pequeños.
—Mitchell, —continuó— encárgate de los grupos tres y cuatro, a las cabañas cinco y cuatro.
Mitchell tenía cabello marrón, pero tan oscuro que se podría confundir con negro. Tenía ojos marrones.
Penny y Mitchell se llevaron a sus grupos, mientras el quinto grupo se quedó aquí.
—Yo los llevaré a ustedes. Tendrán la cabaña tres. —nos dijo Margareth. Nos dijo que cogiéramos nuestras maletas. Comenzamos a caminar detrás de ella, ella nos dirigía hacia las cabañas de atrás (había cuatro), a la de la esquina izquierda. Tenía un seis gigante, con el símbolo de la ficha, sobre la puerta.
Ella nos hizo una seña para que pasáramos, así lo hicimos, arrastrando nuestras maletas.
—Descubrirán cosas asombrosas aquí. —susurró cerrando la puerta.— Tienen la tarde libre. —gritó ya afuera.
—¿Hora? —pregunté.
—12:23. —contestaron casi al unísono Chris, y el que debía ser Ethan.
—Gracias.
En la cabaña había cuatro camas y cuatro mesas de noche, con cuatro lámparas encima, cuatro armarios con cajones, al lado pero no paralelos a las mesas, y cuatro corchos para pared cobre las mesas. Escogí la que, desde la entrada, era la de la esquina trasera derecha, y puse mi mochila ahí, pero dejé mis maletas en la entrada, sin ganas de moverla. También había otra puerta, que parecía ser del baño. Solo entonces, pensando en el baño, caí en que iba a compartir la cabaña con un chico. Le quité importancia al asunto, ¿un campamento moderno?
Sarah (¿así se llamaba, no?), que había elegido la cama frente a la mía, dio un paso adelante, con las manos en sus bolsillos traseros. Comenzó a deambular, mientras que yo me tumbé a la cama.
—¡Hola! —exclamé, sin cambiar de posición.
Chris se sentó en su cama, junto a la mía, y se dejó caer.
—Hola. —contestó al mismo tiempo que Ethan y Sarah.
—Me llamo Violet. —me presenté.
—Soy Sarah. —dijo con una sonrisa.
Tenía cabello entre castaño y rubio, con ojos azul claro, un poco más baja que yo.
—Soy Ethan. —dijo con una sonrisa tímida.
Ethan era un chico con cabello castaño, y ojos entre verde y marrón, por lo que tenía el efecto de que, cerca de la pupila, era más verde el iris.
—Yo soy Chris. —sonrió él, presentándose a Sarah e Ethan.
—Oye, ¿me ayudas…?
Hice la pantomima de mover mi cama hacia el centro.
—Ah, si.
Lo que yo planeaba hacer, era juntar nuestras camas, para dormir juntos, algo que hacia desde que era niña cuando viajábamos, rara vez no lo hacíamos nuestras familias juntas. Ahora que lo pienso, es algo loco que hagamos eso. ¿Perturbador, tal vez?
Chris se arremangó, luego me ayudó a empujar mi cama. Recién me di cuenta de que llevaba una camiseta de manga larga.
—¿Por qué llevas manga larga? —le pregunté.
—No había ropa limpia. Mamá insiste en que debería lavar mi ropa desde el viernes, y la última vez que tuve ropa limpia fue hace dos semanas, así que el piso de mi habitación esta cubierto de ropa sucia, y esto era lo único que quedaba. —explicó.
Nos movimos hacia su cama, empujando hacia el centro.
—Uff, ya me preguntaba yo que era lo que olía. —bromeé.— ¿Así que llevas solo ropa sucia en tu maleta?
Chris sonrió.
—Una maleta con ropa sucia, y otra con ropa de invierno.
Advertí que Ethan y Sarah nos miraban extraño.
—¿Se conocen? —preguntó Sarah.
—Si —respondió Chris con una sonrisa.
Ethan y Sarah le devolvieron la sonrisa.
—¿Entonces que haremos? —les pregunté, acomodándome en la parte inferior de la cama, mis manos apoyando mi cabeza por la mandíbula, mis codos sobre mis rodillas, con las piernas cruzadas.
—¿Qué de qué? —dijo Ethan.
—Bueno, la mujer dijo que teníamos la tarde libre. —convino Chris, apareciendo a mi lado derecho, sentándose con las rodillas elevadas, con sus antebrazos en estas, y los dedos entrelazados.
—Escuché que el campamento tenía un lago. —sugirió Sarah.
Chris se levantó de un salto, como si hubiera recordado algo.
Mientras, yo recordé que usamos mi ipod todo el camino, así que fui a buscar algún enchufe para ponerlo a cargar.
—¡El lago embrujado! Nuestros padres nos lo dijeron en el camino, ¿recuerdas cuando te sonreí en el camino? Fue por que nos habían dicho que tenía un lago cercano al lago grande. —exclamó Chris.
—Creí que me sonreíste por que te gustaba Evanescence. —me excusé yo.
Conecté el cargador al enchufe, y el ipod al cargador.
—¿Vienen al lago? —preguntó Chris.
Yo ya estaba sacando mi laptop —logré convencer a Chris de meterla en su maleta— y dejándola en el cajón de la mesa de noche, por lo que dejé a Sarah entrar al baño a cambiarse primero cuando ellos dijeron que sí.
Estaba apunto de trasladar las cosas de mi maleta al armario, cuando sentí un toque en el hombro.
—Te toca. —me avisó, haciendo una seña hacia el baño.
—Oh, sí.
Hurgué entre mis cosas, y encontré lo que buscaba. Entré al baño, me cambié, y salí descalza, sacando una bolsa de la mesa de noche, a la que le metí bloqueador, un libro, toalla (de lunares de colores) y lentes de sol. Saqué un par de chancletas de la parte inferior de la mesa de noche, y me las puse. Estaba lista.
Traía puesto un bikini blanco bandeau, con una blusa opaca rosa oscuro, cuello barco sin mangas.
Chris llevaba una camisa y su traje de baño gris, mientras que Ethan llevaba un traje de baño naranja fosforescente, y Sarah un traje de baño rosa, envuelta en su toalla.
Cogí mi bolsa y se las enseñé a mis compañeros de cabaña.
—Muy bien, yo traigo bloqueador, y lentes de sol, que puedo prestar, sobre la toalla, es otro asunto, así que recomiendo que no la olviden. —afirmé.
Observé a Ethan y a Chris hurgar en sus respectivas maletas, en busca de una toalla, cuando las sacaron, la colgaron sobre su hombro, sonreí al recordar que así se la ponían en las películas.
Ethan abrió la puerta, para salir, pero nos encontramos con una caja, Sarah la agarró, y abrió. Adentro había llaves.
—¿Para que son? —preguntó Chris.
—¿Para la cabaña? —sugerí, alargando la mano y cogiendo una llave para guardarla en mi bolsa.
Salimos, y Sarah nos dio la espalda para cerrar la puerta con su llave. Ella se volvió y levantó la llave.
—Funciona. —dijo, luego caminó hacia mi— ¿Me la guardas? —preguntó, tendiéndome la llave.
—Seguro. —la dejé caer en mi bolsa.
Nos dirigimos hacia la parte trasera del campamento, donde solo había tierra, pero luego llegamos al jardín. Era inmenso. Había un camino que se diferenciaba por que era de tierra, y no de pasto, había flores y árboles que jamás hubiera imaginado… Hermoso.
Pasando el jardín, estaba mi lago.
Era un lago irregular, con agua verdosa, en el buen sentido, no en el sentido de sucia, era más como si saliera luz del fondo del lago. La verdad es que era más estanque que lago. Milagrosamente, no tenía cosa verde flotando sobre el agua, por lo que Chris y yo sospechábamos que el agua corría por algún agujero para que no se estancara. También había una piedra, semi-plana, desde la que se podían hacer clavados, ya que no era ni muy baja, ni muy alta. Incluso rodeaban el estanque unas cuantas reposeras.
Por desgracia, el lago ya lo estaba usando la que era la cabaña seis, junto con las cabañas uno y cuatro. Los de la cabaña cinco no se presentaron, la cabaña dos, tenía entendido que era de maestros. Supongo que la chica (era el grupo donde solo había una) de la cabaña cinco tres estaría entretenida.
Chris, en un movimiento, se quitó la camisa, su reloj y se tiró al lago. Por experiencia, sabía que mi mejor amigo se veía bien sin camisa, así que no presté atención.
Me fui a la parte del lago que tenía la curva más cerrada, me senté con los pies en el agua, puse mi bolsa a mi lado, sin bloqueador, ya que no había sol. Abrí el libro y comencé a leer.
Llevaba cincuenta páginas, cuando algo me salpicó. Mucho. Furiosa, levanté la vista.
Y ahí estaba el último chico, sonriendo burlonamente, expectante. Se veía increíble sin camiseta, pero no me distraje. El esperaba ver que hacia, si volvería la vista al libro (gracias a dios, este no se había mojado por mi cabeza agachada), lo tomaría bien y jugaría con el, o proclamaría la guerra.
Endemoniadamente, la última opción.
Lentamente me levanté, guardé mi libro, dejé mi bolsa sobre una reposera blanca con líneas verdes, y volteé a verlo.
—Dime, tú, ¿estás ciego?
—No. —aún con su sonrisa.
—¿Entonces, por que saltaste tan cerca de mí?
—Para salpicarte.
—Ummm… ¿Y por qué hiciste eso?
—Se me dio la regalada gana.
—Que interesante… —asentí como si así lo fuera, mientras analizaba mis opciones. El chico no me daba información, y yo necesitaba información para confundirlo.— ¿Algún problema contra mi? ¿Por qué no a esa chica, o a ese chico? Ya están mojados, y ellos con gusto te hubieran recibido en su juego.
—Tal vez, pero tu era la única leyendo. Era una oportunidad que no podía desperdiciar.
—¿Tienes algo contra la lectura? ¿Eres una de esas personas que solo ven la televisión, juegan videojuegos, y escuchan música, comiendo chucherías todo el día?
—Tal vez.
Opté por provocarlo, prescindí de la opción confundirlo cuando no obtuve información.
—Apuesto a que no haces ejercicio. Apuesto a que no sabes nadar, solo flotar. Apuesto a que todo lo que dije antes era verdad. Apuesto a que eres el niño odioso que no tiene nada que hacer más que molestar personas. ¿Es así?
Todo con una sonrisa fría en la cara.
Su expresión se había ido ensombreciendo mientras hablaba. Siempre me jactaba por la facilidad con que podía provocar a las personas, usar sus palabras contra ellos, formando un argumento, que, cuando los analizabas, tenían sentido. Supongo que la primera parte era verdad.
Pero él también era inteligente.
—¿Supongo que tu sabes nadar?
—Tal vez.
¡Si! Gritó mi mente. Pero sabía que no debía permitirme bajar la guardia y soltar información. Desafortunadamente, yo también era fácil de provocar.
—Te reto a una carrera a tocar el fondo del lago.
Un reto. Si, supongo que podría ser la situación en que él me podía humillar, pero pensé, ¿qué demonios?
Sonreí ampliamente.
—¿Por qué no?
Mientras caminaba a la piedra, y el salía del lago, me saqué la blusa. El mojado, se acomodó a mi lado, nos posicionamos en la forma más adecuada para tirarnos y llegar más al fondo.
—Gana quien toqué el fondo y suba antes que el otro. —proclamé lo suficientemente alto para que los demás escucharan.
—¿Cómo te llamas? —pregunté.
Justo entonces llegaba la cabaña tres, a la que a uno de sus campistas le pidieron que jugara a árbitro, ya que esa cabaña no había escogido bando todavía.
El chico sonrió.
—Sylvain, Violet.
Capté la mirada de Chris, divertida, pero preocupada por si perdía. No tuve tiempo de preguntarme como era que Sylvain sabía mi nombre.
—Uno, dos, —comenzó un chico de la cabaña tres— ¡tres!
Y salté.
Nadé lo más rápido que pude, y por alguna razón, también lo más rápido que había nadado nunca, toqué el fondo, que parecían ser cuatro metros, aunque, por desgracia, tenía la desventaja de que el chico era más alto…, ahora subía, subía, subía…
Lo primero que hice fue tomar una bocanada de aire, lo segundo escuchar a alguien tomar una bocanada de aire, lo tercero, a la velocidad del sonido, limpiarme los ojos para ver.
Sylvain apenas se comenzaba a limpiar lo ojos.
Capté que Ethan, Sarah y Chris me sonreían.
Yo había ganado.
Ahora Sylvain me miraba iracundo, luego, en un movimiento limpio de sus brazos sobre el piso de la orilla, estaba en tierra, y yéndose, seguido de su cabaña.
Pasamos las siguientes horas ahí, luego las demás cabañas se fueron alegando hambre. Cuando se fueron, me di cuenta yo también tenía hambre.
—¿Qué hora es? —pregunté.
—7:23 pm. —contestó Ethan, con su reloj a prueba de agua.
—Con razón tengo hambre, no hemos almorzado ni cenado, solo desayunado. —agregó Chris— Tengo una idea, iré por algo que se pueda comer en el agua y más tarde salimos a cenar. Creo que la cena, nos dijo Margareth, era a las siete.
Luego se dio la vuelta y se fue corriendo.
—Yo tengo que ir al baño. —dijo Sarah.
—Y yo ya me cansé de nadar. —se excusó Ethan.
—¿Me dejarán sola? —cuestioné, haciendo un puchero.
—Si. —respondió Ethan haciendo otro puchero.
—Déjame constar que tú no debes hacer pucheros, Ethan. —observé.
—Creo que dormiré un rato antes de ir a cenar. Nadar es cansado. Aún para mí. —sopesó Sarah.
Quise preguntar a que se refería «aún para mi», pero supuse que hacia mucho ejercicio.
—Hum. Yo también. —dijo Ethan.
Los salpiqué con agua mientras se iban.
—Recuerden bañarse antes de ir a la cama. —les grité.
Recordé que al entrar al baño vi un váter y dos duchas cerradas.
Cuando se fueron, aburrida, salí de ahí para tirarme un clavado. Me posicioné a la orilla de la roca, lista para un clavado. Salté.
Nadé con los ojos abiertos. Levaba solo un par de segundo bajo el agua, cuando vi una especie de aurora boreal², con fucsia, verde, azul… Era una hermosa y amplia gama de colores.
Nadé hacia ella, tratando de alcanzarla, y sentí como si nadara aún más que cuando nadé hasta el fondo del estanque, cuando la alcancé estaba en la superficie (aun cuando no había nadado en ningún momento hacía arriba), el cielo era de un violeta familiar, y la aurora boreal se encontraba en el cielo.
Lo único que me vino a la cabeza fue: Toto... me parece que no estamos en Kansas.



¹Campamento Bosque Prohibido
²Aurora boreal es un fenómeno en forma de brillo o luminiscencia que aparece en el cielo nocturno, actualmente en zonas polares, aunque puede aparecer en otras partes del mundo por cortos períodos de tiempo.

¡Luego subo el siguiente capitulo!
COMENTEN


domingo, 7 de octubre de 2012

El Rey Sin Corona Y La Llave Perdida: Prefacio


Tengo otra historia!!!


Se podría decir que Violet Middlebrook es normal, y hasta donde ella sabe, así lo es. Lo más extraordinario de ella son sus buenas notas, y sus ojos atrayentes violetas (¿irónico, con todo y su nombre, no?).
Cuando sus padres deciden enviarla a un campamento —contra su voluntad—, y ella entra a un lago donde hay una aurora boreal en el fondo, ella tendrá que descubrir, ¿qué hace ella ahí? ¿Cuál es el propósito de los violaceus-oculos? Por más dotada que sea, sigue siendo una humana.
¿Qué hace ella en el mundo de la magia?

····Prefacio····

···Violet···


¡Último día de escuela! Genial, ¿eh? Mucho. Cogí mi mochila y me despedí de Tori. En contra de lo que muchos creían, su nombre no era Victoria, si no Torine. Un nombre extraño…
Este último día significaba que, primero; en verano cumpliría catorce, lo que nos llevaba a la segunda; ¡el año siguiente entraría a primero! Lo que daba como resultado solo tres de años para el último año.
Llegué a mi autobús (el número tres), donde usualmente me esperaba Christopher. Nuestras casas estaban una frente a la otra, y habíamos crecido juntos. Cuando mis padres se mudaron a esta pequeñísima cuidad (que aspiraba a pueblo), sus padres los siguieron. Fueron amigos desde que eran niños, y en universidad asistieron a la misma hermandad.
Cuando teníamos nueve años, Chris y yo nos dimos cuenta de que ambas parejas esperaban que nos casáramos, algo que implicaba un sentimiento que definitivamente no teníamos hacia el otro. Lo ignoramos y actuamos normalmente, a pesar de que tenía sospechas de que nuestras madres ya planeaban nuestra boda. Escalofriante.
Subí los escalones del autobús. Chris me guardaba un lugar, está vez me tocaba el del pasillo.
—Hola, niña. —me saludó él, sabiendo que llamarme “niña” me molestaría.
Entrecerré los ojos a él.
—Solo eres mayor por dos semanas.
—Tengo 14, y tu 13. —afirmó encogiéndose de hombros.
—Solo hay diferencia de una semana y cuatro días.
El quitó su mochila de mi puesto, para que yo me sentara, y la puso a sus pies. Yo imité su último movimiento.
—Es el último día de clase. Mañana comienzan las vacaciones. —dijo él.
¡Lo sabía! Dios, ¿no se enteraba de que me moría de ganas que ir a la piscina con mis amigas mañana?
—Me maravilla tu capacidad de señalar lo obvio. —observé.
Chris rodó los ojos.
Eran unos hermosos ojos azules, en una cara enmarcada de pelo negro. Su cabello no tenía orden, parecía ir al lado donde quisiera, era un poco largo, pero en vez de caer por ser largo, era como si la estática lo mantuviera ligeramente parado. La verdad es que mi amigo era guapo.
Yo por mi parte, tenía unos atrayentes (lo he comprobado) y, por desgracia, expresivos ojos violetas, y cabello pelirrojo (gracias al chicle, el color de mi cabello era más pelirrojo oscuro que zanahoria, pero aún así tenía un poco de ambos) en tirabuzones sobre mi cabeza, piel clara, pero no pálida. Yo era bastante bonita. Pero tenía pecas. Pecas, mis, molestas por excelencia, pecas. Ni mucho menos la más bonita de la clase, pero estaba segura de que no era fea.
—Tu capacidad para señalar mi capacidad para decir lo obvio me maravilla. —musitó.
—Copión. —dije frunciendo el ceño juguetonamente.
El rodó los ojos de nuevo.
—¿Qué vamos a hacer mañana? —preguntó Chris.
—Mmm… yo iré a la piscina, pero me puedes acompañar. Van a ir Tori, Eileen, y Clary. ¿Vienes?
Arrugó la nariz.
—Muchas chicas. —se quejó.
Puse lo ojos en blanco.
El resto del viaje, recordamos lo que habíamos hecho el resto del año, lo que otros habían hecho, y lo que nos habían hecho.
El autobús paró.
Chris me dio dos golpecitos en la rodilla, ya que yo no contaba las paradas ni miraba por si era la mía, por lo tanto lo seguía. Recuerdo que hubo una semana en la que el se enfermó y no fue a la escuela, así que cuando me metí en el autobús y llegamos a mi parada, bueno, yo seguía hablando con el de al lado y la pasé, y esta vez no estaba Chris para recordarme. Pasé cinco paradas, hasta que me di cuenta de que llevaba más tiempo que el usual en el autobús.
Salí primero, ya que estaba del lado del pasillo, y caminé hacia el frente del autobús, sabiendo que Chris me seguía. Bajamos.
—El domingo haremos algo juntos, ¿verdad? —murmuró.
Yo también tenía esa preocupación. Desde el verano pasado nos habíamos distanciado, comenzando con nuevas amistades, y ahora nos veíamos mucho menos que hace dos años.
—Si. —contesté, sonando decidida.
Se dibujó una leve sonrisa en nuestros rostros.
—¿Qué vamos a hacer? —pregunté.
—No iremos a la piscina. —aclaró.— Iremos al lago embrujado.
El lago embrujado era un lago grande, pero fácilmente llegabas al otro lado, desde pequeños nos habían inculcado la creencia de que estaba embrujado. Estaba cerca de otro lago más grande, donde hace cinco años nos habían llevado nuestras madres. Los rumores del lago embrujado llegaban hasta aquí, y aunque los padres llevaban a sus hijos al otro lado (no por que estuviera embrujado, era por los tamaños), los chicos se retaba a nadar en el otro. Un día, Chris me retó a nadar ahí. Obviamente, yo acepté. Realmente era fácil cruzarlo, pero pensando que hay fantasmas, bueno, eso usualmente desconcentra.
Sonreí ampliamente.
Desde ese día, supimos que ahí no había nada del otro mundo. Cada vez que íbamos al lago grande, nos escapábamos al “embrujado” donde rara vez aparecía alguien.
—¿Y cómo piensas llegar? —lo cuestioné.
—Le pediré a mamá que nos lleve.
Paramos. Habíamos llegado a mi casa. Normalmente, Chris me acompañaba todo el trayecto a casa (dos calles), y luego iba la casa del frente, su casa. Hacía un par de años, me había dicho que su madre lo obligaba a hacerlo.
Me despedí y entré en mi casa.
—¡Ya llegué! —grité en el interior de la casa.
Tiré mi mochila contra el mueble.
Subí a mi habitación.
A las 7:00 llegarían los Fannington, igual que la mitad de las veces donde había un día remotamente fuera de la rutina.
—¡Violet! ¡Baja ya! —escuché a mi madre —no gritar, no, no, no, ella no grita— “exclamar”.
—¡No estoy lista! ¡Todavía!
—¡No es eso!
Sabiendo que no había forma de que ganara esto, bajé de buena gana. Mis padres estaba sentados en un mueble de dos plazas. Yo amaba esos muebles, eran tan cómodos… Me senté en el individual, con la parte trasera de mis rodillas en el gigante reposabrazos.
—¿Qué pasa?
Se miraron entre sí, y yo sabía que algo iba mal. Esas miradas traían problemas. Y no, no eran un augurio, eran las causantes.
La última vez que me dieron esa mirada fue cuando decidieron (mis padres, los padres de Chris) que nos llevarían a una escuela privada, DONDE HABRÍA UNIFORMES. Fue hace un mes, y ya lo superé. Aún estoy resentida, pero no tanto.
—¿Qué? —gruñí. Casi amenazadoramente.
—Cariño, sabemos que estás entusiasmada por este verano, pero… irás a un campamento… —comenzó mi madre.
¿Qué demonios…?
—¿QUÉ?
Papá tomó la palabra.
—Tenemos que hacerlo. Es lo mejor para ti.
—¿Y eso por qué?
—Por que estas fallando en la escuela. Tienes un promedio de 8.4.
—Eso está bien.
—No, no lo está. —corrigió suavemente mamá.— El año pasado tuviste un promedio final de 9.8. Cuasi-perfecto, cariño.
Como si no lo recordara. Me había frustrado enormemente no tener un promedio de diez. Grrr.
—Y este año, —dijo papá, continuado la explicación de mamá.— tuviste un promedio final de 8.4. Tu eres muy inteligente, tienes la capacidad de examinar y sacar una conclusión de las cosas casi inconscientemente, entiendes cada cosa que te explican, si te explican bien. Pero no lo tomas enserio. Así que decidimos enviarte a un campamento de verano. Sin celular, te confiscaremos cualquier cosa que te haya distraído este año. No celular, no internet, no computadora. Llegamos a la conclusión de que sería más fácil y efectivo lograrlo si te enviábamos a un campamento.
Yo casi no uso el celular, prácticamente no lo toco, solo lo llevo a todos lados conmigo por emergencias, pero normalmente uso el teléfono fijo. Y sobre el internet y la computadora, tal vez los uso un poco demasiado, pero no tanto.
Abrí varias veces la boca para hablar, pero no salió palabra de mis labios. ¿Acaso me odiaban?
—¿Reclusión? ¿De verdad? —semi-grité.
Mi madre vaciló en contestar.
—Es un campamento, pero no es reclusión.
Resoplé.
Subí los escalones dando pisotones, y cerré con un golpe la puerta de mi habitación. Sabía que no me libraría de esto.
Solté involuntariamente lágrimas de rabia, enfadada con el mundo.
Yo quería ir a la cena con los Fannington, así podría hablar con Chris. Me enfundé unos jeans, y una camiseta con una marca de beso al frente, negra. Me planché el cabello, y me puse unos converse negros deshilachados.
Estaba lista para cuando los Fannington tocaron el timbre.
Bajé corriendo las escaleras para recibirlos en la sala de estar. Mamá estaba inclinada sobre mi hermanita, acomodándole la falda. Sinceramente, ¿tenían que hacerlo en la sala?
—¿Ya no estás molesta? —preguntó mamá esperanzada.
—Yo todavía no he acabado, pero debo hablar con Chris. —dije.
Puse mis manos en mis bolsillos delanteros.
Los Fannington entraron en la sala.
Chris llevaba una camiseta de botones azul de manga corta, con unos jeans azul oscuro, y unos converse negros deshilachados, parecidos a los míos, pero donde en los míos habían corazones maltrechos, los de el tenían calaveras emo.
Sus ojos se veían increíbles cuando usaba azul. El pensamiento me recordó a cuando engañamos a nuestros padres fingiendo que éramos novios, y a su cara de desilusión cuando un día actuamos normalmente.
Solté una risita, lo que causó que todos me miraran.
Me encogí de hombros.
Me acerqué a saludar a los padres de Chris, observé a mis padres y a Kirsty.
Los padres se fueron al comedor, mientras las madres se confinaron a la cocina, dejándonos a Chris y a mi en la sala, y a Kirsty viendo la televisión.
Le hice una seña a Chris para que me siguiera. Logré conservar la compostura hasta llegar a mi dormitorio, donde me arrojé a los brazos de Chris y lloré.
—Ellos… ellos me van a… —sollocé contra su hombro.— ¡me van a enviar a un campamento en verano! ¡Sola! No conoceré a .. a nadie… y… y…
Esta bien, tal vez estaba siendo un poco melodramática. Demándame.
Sollocé otro rato en su pecho, mientras el me abrazaba y me acariciaba el cabello. Noté que su pecho vibraba así que volteé a mirarlo. Tenía los labios apretados, parecía estar luchando contra una carcajada.
Me olvidé de llorar por un segundo.
Lo miré confundida.
—¿Por qué te ríes? —cuestioné enfadada.
—¡No vas a ir sola, Vee!
—¿Qué?
—Yo iré contigo. Como si nuestros padres no examinaran cada situación entre ellos. —bufó.
Yo estaba más feliz. Estar con Chris proporcionaba el entretenimiento equivalente a tres de mis amigas.
—Mi cumpleaños sigue siendo el día en que me recluirán al campamento, ¿sabes? Vas a tener que esforzarte para mantenerme feliz.
Y así fue como terminé confinada a un campamento de verano al que definitivamente no quería ir. Horrible.

FIN DEL CAPITULO
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